El juego de mate
Su padrino lo había visto en una vidriera una tarde cuando volvía de trabajar. Y Papá Noel lo había dejado debajo de su cama esa misma Navidad. Ella adora jugar a ser grande y cebar mates a todos los que iban a su casa a jugar. Su juego de mate era colorido, de un plástico brillante. Tenía flores en la pava, en la yerbera, en la azucarera.
ese verano fue muy caluroso y no salía de la pileta si no era porque ya no aguantaba más las ganas de hacer pis. Y mamá le había dicho que podía jugar con el mate en la pileta, pero que el color de las flores se iba a ir desgastando. Y Valentina había venido a pasar la tarde con ella y querían jugar con el mate en la pile. y no importó que el color de las flores perdiera intensidad. Y jugaron un día. Y otro. Y todo el verano. Y se divirtieron mucho. y de las flores no había quedado ni rastro. Pero se habían divertido mucho.
Un día Valentina llenó la pava de agua y comenzó a correr al perito de la casa para mojarlo. Mamá les había dicho que era mucha agua para esa pava de plástico. Pero se estaban divirtiendo mucho y a ella le encantaba que valentina se divirtiera mucho cuando venía a jugar a su casa. Entonces no se opuso a que la llenara una y mil veces y que molestara a su mascota. Y la pava resistía, pero el brazo de Valentina en un momento perdió fuerza y la pava se desplomó en el piso. Se partió en tres. Y las dos lloraron. Y mamá trató de consolarlas diciéndoles que había cosas peores, que por lo menos la pava no había caído sobre el dedo chiquito del pie, que es tan sensible. Y se rieron y guardaron los tres pedazos pensando que de alguna manera, en algún momento, la iban a poder arreglar.
Y un día la pegaron con cinta y pudieron jugar. Pero no era lo mismo, no se le podía cargar agua porque perdía. y se mojaba la cinta. y se despegaba. Y volvía a estar rota. Y otro día le pusieron un montón de voligoma y la dejaron secar toda la tarde, la noche entera. Al otro día parecía que el intento había resultado un éxito. La cargaron con agua y no perdía. Y jugaron un buen rato. Pero de repente… ¡crack! De nuevo se despegó. Entonces ella se resignó a guardar los pedazos y a sacarlos de vez en cuando para recordar los lindos momentos que había pasado jugando con la pava con su amiguita Valentina.
Un día vino a jugar Julieta y sacó de la caja de chiches la yerbera, la azucarera, el mate la bombilla. Y siguió revolviendo y revolviendo y no encontró lo que buscaba. Entonces ella le dijo que ya no tenía pava, que podía hacer de cuenta que una botellita de gaseosa que había quedado de la tarde de domingo en la plaza, era la pava. Julieta le preguntó qué había pasado. Ella le contó. Y le mostró.
A Julieta le había pasado algo parecido con una alcancía de plástico. El papá se la había arreglado con un pegamento especial y ahora estaba llena de monedas, repesada y no se había vuelto a abrir. Al día siguiente, Julieta volvió con el pegamento y las instrucciones de uso. se lo dio a la mamá de ella y volvieron a intentar. No fue fácil porque el pegamento era tan bueno que si quedaba en un dedo, y ese dedo tocaba otro dedo se quedaban pegados para siempre. ¡Y eso no está bueno! además el pegamento tenía un olor ho-rri-ble. Pero trabajaron con cuidado y funcionó: la pava ya no era más un lindo recuerdo. Era otra vez un chiche para jugar…y cuidar.
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