Dulcinea tenía unos pequeños ojos negros, una leve sonrisa rosa, un botoncito de nariz y dos colitas de lana naranja. Tenía un sombrero blanco con pintitas rosa y una cinta de seda de un rosa más oscuro rodeando el borde. Y tenía un vestido con el mismo motivo del sombrero.
A Ella le encantaba ese vestido: era delicado y de una tela suave. ¡Ninguna de sus otras otras muñecas tenía ropa tan linda! Ni siquiera ella tenía un vestido que le gustara más que el de Dulcinea. Y se imaginaba lo bonita que se vería su vaca Maribel con un vestidito así. Lo dulce que quedaría su brujita Brunilda si en vez de lucir ese vestido negro pudiera ponerse el de Dulcinea. Lo hermosa que estaría ella misma si pudiera ponerse ese vestido.
Pero el vestido era de Dulcinea y ni siquiera se lo podía sacar para probárselo a otras muñecas. Era tan de Dulcinea que no tenía botones, ni abrojo, ni cierre para abrirlo, sacárselo y poder bañarla como la bañaban a ella. ¡Tenía que jugar a bañarla vestida!
Y se aburrió de imaginarse que se lo sacaba. Entonces decidió buscar la manera de sacárselo en serio. Comenzó por las mangas, y a pesar de que escuchó un ¡crack! cuando tironeó para desnudarle los brazos, siguió intentando y se las sacó. Ahora el vestido le había quedado de poncho. Estaba atascado en el cuello. No había forma de que pasara por la cabeza sin romperse. Ella no lo quería romper, pero se lo quería sacar. Entonces, cuando estuvo segura de que no había moros en la costa, fue a buscar la tijerita puntuda que había en el costurero de la casa y la llevó escondida en el bolsillo del jogging a su cuarto, donde había dejado a Dulcinea con el vestido atascado en el cuello.
Con mucho cuidado y siguiendo la línea de la costura que el vestido tenía en la espalda, dio un tijeretazo y lo abrió lo suficiente como para que le pasara por la cabeza. ¡Ella estaba feliz, había logrado su cometido! Inmediatamente agarró a Maribel para ponérselo. Pero con esos cuernos que tienen las vacas en la cabeza era imposible que el vestido le entrara. Y no quiso seguir cortando. Entonces dejó a Maribel y agarró a Brunilda. De un solo zaque abrió el abrojo que cerraba su vestido negro y la desnudó. Le puso el vestido blanco con pintitas rosa y cintitas de seda de un rosa más oscuro en los puños y la cintura. Extendió sus brazos sosteniendo a Brunilda con sus manos y la miró. Brunilda era muy flaca. El vestido no era tan lindo en el cuerpo de Brunilda. La brujita estaba más linda con su vestido negro que hacía juego con su sombrero de bruja, su escoba y sus penetrantes ojos verdes.
Y a pesar de que era evidente que el vestido de Dulcinea era demasiado chico para ella, metió su mano en la manga, empujó y, obviamente, lo rompió. Por unos minutos quedó paralizada, mirando el tajo que le había hecho a la manga. Y se dio cuenta de que el vestido ya nunca más iba a ser el mismo. Ni siquiera cuando lo luciera Dulcinea. Y lloró desconsoladamente hasta que entró a su cuarto su mamá, que había sentido su llanto cuando dejó de funcionar el lavarropas.
Al ver lo que había pasado, su mamá le dijo que no llorara por eso. Esa manga ya no se podía arreglar, pero le podían sacar las dos y transformar el vestido en un solero: después de todo ya era noviembre y estaba empezando a hacer calor. Hicieron eso. La verdad es que el solero no era tan lindo como el vestido y Dulcinea no volvió a tener otro vestido tan hermoso.
Pero ella sí. Para su cumpleaños la abuela le regaló el vestido más hermoso que hubiera visto en su vida. Era rosa, con flores lila bordadas en el pecho y un lazo del mismo color de las flores. Debajo del lazo se abrían dos volados: ¡a ella le fascinaban los volados! Y se imaginaba lo linda que quedaría Dulcinea, o la vaca Maribel o la brujita Brunilda con ese vestido. Y pensó en probárselo a alguna de ellas. Y cuando levantó a Dulcinea de la mesita de luz vio su foto de cuando era bebé debajo del vidrio. Se dio cuenta que pronto iba a estar más grande y le iba a tener que pasar el vestido a su hermanita menor. Entonces dejó que cada muñeca se quedara con su ropa, se lo puso y fue a buscar a su mamá para mostrarle lo linda estaba.
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