– Me extraña, – dijo la araña – que siendo mosca no me conozca.
– Tal vez me suena, de alguna cena. – La mosca arriesgó y se le acercó.
– Me acuerdo sin mucho esfuerzo – aseguró – de su sabor.
– ¿De mi sabor? ¿No será usted mi depredador? – Preguntó aturdida la mosca enseguida. Y tanto miedo le dio que con urgencia huyó y no llegó a escuchar lo que la araña le iba a explicar.
– Uso calditos, los baratitos, y me vuelve loca, el de sabor a mosca.
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