Un bicho bolita salió con prisa de abajo de un ladrillo, cubierto de verdín, que hay en el jardín. Moviendo sus patitas, ligero, sin cesar, avanzó hasta que un tren no lo dejó continuar. Eran miles de hormiguitas que como un tren carguero llevaban trazos de hojas directo a su hormiguero. Bichito bolita intentó avanzar. Pero no hubo caso, ninguna le daba paso.
Después de un rato, se dio por vencido, pegó media vuelta y cambió el recorrido.
Un nuevo rumbo, un nuevo mundo, pero ya no andaba con tanto apuro. ¿Estaría cansado? ¿No estaría seguro? La cuestión es que, de pronto, como quien gira en círculos, de nuevo estaba varado frente a la hilera de hormigas que ya había esquivado.
Había mariposas
posándose en las rosas,
sobrevolando el césped
con alas espléndorosas,
levantando vuelo
alto, alto hacia el cielo.
Barreras para ellas,
parecían no existir.
En cambio, bicho bolita
que es media cápsula
de piel con rayitas,
solo recorre el suelo
y tras ese tren carguero,
con mucho desconsuelo,
quedó estancado de nuevo.
Pensó una vez más en cambiar de rumbo,pero una hormiguita dio un tumbo y el pedacito de pétalo que traía en el lomo voló por el cielo, quedó tirado en el suelo y armó tal revuelo, que el tren se dispersó.
¡Más rápido que un bombero, nuestro bichito viajero emprendió la marcha de nuevo! Cruzó entre las hormigas que estaban alborotadas, y avanzó derecho por un surquito estrecho y cuando halló una piedra sobre tierra húmeda y negra su viaje terminó.
Todo su cuerpito
gris plomo, con persianas,
debajo de la piedra,
profundo en esa tierra,
ágilmente hundió
y desapareció.
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